Jueves, 20 de julio de 2000
¡Buenos días!
Perfecto día de verano
tenemos hoy en la ribera del Arlanzón. Calor en su justa medida, que calienta
pero no pica, gracias entre otras cosas a la refrescante brisilla que sopla.
Además quedan unas deliciosas tarde-noches, sin los agobios del verano
madrileño y allende el sur.
Pues, como veréis por el
título, ayer no fui, como me prometí a mi mismo el pasado lunes, al cine; sino
que ayer a última hora se me aparece una compañera de trabajo solicitando
permiso para llegar hoy un poquito más tarde pues se iba a Vitoria a ver, con
su marido, y unos amigos, en el Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz, a Manhattan
Transfer. Me picó a si me atrevía a irme ... y me fuí. Además, allí
nos encontramos con otro colega de la oficina y unos amiguetes. Vitoria está a
poco más de 100 km. y tardamos menos de una hora en llegar por la autopista de
peaje.
De telonero actuó un
pianista (casi un abuelete), del que no me acuerdo como se llamaba, que tocó
una muy relajante y sosegada música de jazz. En las explicaciones que daba entre
tema y tema, hablaba claro y pausado, con lo que le entendía perfectamente: de
aquí a dominar la yanqui-language solo hay un pasito. (???)
Y luego Manhattan Tranfer.
¡IMPRESIONANTES! No sólo es que los músicos tocaban de delicia, que ellos
cantaban muy bien (especialmente ellas), sino lo más alucinante era la perfecta
conjunción y compenetración de sus voces. ¡MARAVILLOSOS!
Ha sido el concierto en el
que he oído la ovación más estruendosa que jamás he escuchado en una canción de
las del medio de un concierto. Lo normal es que en esos momentos y al principio
la gente aplauda con cierta mesura, reservándose para el final y los bises. La
gente les jaleaba, ... estaba entregada. Al final los que estábamos, nos
pusimos de pie a coreografiar al son de la música: ¡ni Fred Astaire lo hubiera
hecho mejor!
Estoy cansado, pues he
dormido poco, ya que llegué a Burgos algo más tarde de las 2:30 de la
madrugada. Casi tardé más en salir de Vitoria que en el trayecto de autopista.
Me perdí, y me faltó una guía que me sacara del laberinto vitoriano (¡qué
manera más extraña hay en esa ciudad de ordenar el tráfico!: en los bulevares
separados por mediana, ¡se circula en sentido contrario!).
Besos y abrazos,
Don.
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