Lunes, 6 de septiembre de
2004
¡Buenos días!
Esta caprichosa meteorología
nos está contando que estamos en verano, y es cierto, pues hace calorcito, pero
la realidad es que el cielo no cesa de nublarse, y esto nos nubla las
entendederas con un vapor de imaginativo cuento, según el cual trotan las
deliciosas ninfas por entre los verdores de la ribera, a cada cual más lozano,
y me van entrando ganas de convertirme en un sátiro y ponerme a perseguirlas
por entre los vericuetos arbolados, y retozar, y retozar, ...
Pues como este cuento es
cosa de fantasía, ayer tarde me fui al cine a que me contaran más cuentos, y
estuve viendo el clásico japonés de 1953 "Cuentos de Tokio",
de Yasujiro Ozu. Y de cuentista cuento no tuvo nada, fue toda una lección
magistral de como funciona el alma humana, en este caso al respecto de las
relaciones entre padres e hijos.
Nos cuenta la historia de
unos ancianos padres que salen de su pueblo natal a ver como les va a sus hijos
en el Tokio industrial durante la posguerra de la 2ª guerra mundial. Al
principio parece una historia absolutamente trivial, pero poco a poco se va
haciendo de una sutil, delicada e intimista densidad e intensidad. Todo un
recetario de profunda sabiduría oriental, que también es universal.
Pues un poco más de
sabiduría ajena, para que sepamos discernir entre los buenos y los malos
cuentos que nos cuentan:
- "El agradecimiento es una carga, y
todos tienden a librarse de ella".
(Diderot).
- "De entre los pecados mayores que los
hombres pueden cometer, aunque algunos opinen que es la soberbia, yo digo que
es el desagradecimiento, ateniéndome a lo que suele decirse de que de
desagradecidos está el infierno lleno".
(Miguel de Cervantes).
- "No es el ingenio sutil el que forma
las naciones; más bien son los caracteres austeros y firmes". (Massimo D'Azeglio).
- "Sólo es útil el conocimiento que nos
hace mejores". (Sócrates).
"Arí gató". Besos
y abrazos ... "sayonara",
Don.
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