Lunes, 4 de diciembre de
2000
¡Buenos días!
Tras unos días de silencio
por causa de cursillos varios, que volverán a repetirse la próxima semana por
parecidos motivos, reanudo mi tarea de meteorólogo aficionado, proyecto de
critiquillo cinematográfico de tres al cuarto, y sentenciador de terceras
personas (por eso de las sentencias, no por verdugo ... ¡eh!). Pues eso, ¡al
tajo!
Mañana de orbaio tenemos en
la ribera del Arlanzón, precedida de un día de viaje en el que además también
tuvimos espesa niebla, que me sumió en un ambiente londinense de fines del s.
XIX, cual si estuviera en una de Sherlock Holmes.
Para desembarazarme de esa
turbia sensación me fui al cine a ver una exquisita película, "El
camino a casa" de Zhang Yimou, de quien también vi otra
deliciosa peli hace ya varios años, "La linterna roja".
De verdad, una maravillosa
peli que tan solo nos cuenta una llana y simple historia de amor, sin más
aderezos. Bueno, en realidad, tan solo tiene como aderezo una suave y pegadiza
banda sonora y una preciosa fotografía de paisajes otoñales e invernales
chinos, entre los que incluyo el paisaje facial de la protagonista (este nada
otoñal, sino primaveral, de serena primavera: ¡una exquisita cara de ángel!),
en el que el director se recrea, pero sin llegar a la saciedad, casi tanto o
mas que en los paisajes naturales.
Y lo de la historia de amor
no es tan solo de pareja, sino que también tiene retazos de amor
paterno-filial, de amor amistoso ... Esto me recuerda a un libro que lei en mi
época de Universidad, que no era una novela, sino un ensayo, "El arte de
amar" de Eric Fromm, y que analiza los diversos tipos de amor, que en
realidad son diferentes facetas del mismo objeto, desde un punto de vista
filosófico. Muy recomendable el libro ... y la peli, que es un cuento chino,
aunque no "un cuento chino".
Y al hilo del tema, ahí van
esos pensamientos:
- "La pasión del amor no puede
comprenderla quien no la siente"
(San Agustín).
- "Cuanto más se agrada generalmente,
menos se agrada profundamente"
(Stendhal).
Besos y abrazos,
Don.
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