Lunes, 22 de octubre de 2001
¡Buenas tardes!
Estos quehaceres censales
que nos atenazan me suelen impedir últimamente escribir matutinos, por lo que
me paso a los vespertinos, a ver si así esquivo a los problemas censales que me
absorben.
Hemos tenido una fabulosa
mañana de sol radiante y cálidas temperaturas otoñales, pero la tarde se nos ha
vuelto lloviznosa, aunque también fabulosa, pues entre las penumbras
vespertinas puede aparecerte cualquier hada o trasgo que nos alegre o ponga
algo de inquietud.
Ayer estuve viendo una de
esas deliciosas películas que cada poco tiempo me echo para mis cinéfilas
entendederas, "Amelie" ("Le fabuleux destin
d'Amelie Poulain"), de Jean Pierre Jeunet, el de "Delicatessen"
y de "La ciudad de los niños perdidos" (muy lamentablemente ésta
última no la he visto).
Insisto, deliciosa comedia
francesa, especie de cuento de hadas, especie de mágica aventura, centrada en
una encantadora y deliciosa Amelie, con unos ojazos almendrados, negros, como
los de los bebés, que inundan la pantalla de ternura. Os recomiendo vivamente
que vayáis a verla, y saldréis del cine inundados de buenos sentimientos. Por
cierto, Amelia, tú deberías de ir a verla, no tan solo porque sea tu tocaya. Y
los demás también.
Pues pasemos a nuestras
consabidas frases ajenas, hoy muy al hilo de la película glosada:
- "Amar es una gran oportunidad, un
motivo sublime que se ofrece a cada individuo para madurar y llegar a ser algo
en sí mismo, para volverse mundo"
(Rilke).
- "Lo que destruye las posibilidades de
la vida es permanecer siempre enteros en la cárcel de nuestros pequeños
ideales, sin generosidad y sin ardor, mientras el sol ilumina la tierra
alrededor de nuestra casa" (Maurice
Maeterlinck).
- "Es alabado como agradecido el que
explica el beneficio recibido, pero es más agradecido el que olvida el
beneficio para acordarse del benefactor"
(Ludwig Börne).
- "La página abierta de la vida es
hermosa, pero es más bella todavía la página sellada" (A. Panzini).
Besos y abrazos,
Don.
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